Mucho tiempo he buscado el amor fuera de mí. La expectativa de que el amor en mayúsculas residía en «encontrarlo» en otra persona. Tenía que encontrar la pareja adecuada a mí para poder sentir amor, que me enamorara y sintiera mariposas en el estómago. Cuando encontré estas sensaciones, con el tiempo se transformaban o diluían y me frustraba, pensando equivocadamente que era porque quizás no era la persona adecuada, la que me llenara. Llegué incluso a cuestionarme si no «sabía» amar.
Empiezo a darme cuenta del error, con el que podría estar tropezándome toda la vida, y es que quizás no ponía el foco adecuado en el origen de la experiencia amorosa.
Lo primero es que me doy cuenta de que el amor no reside tanto en lo que me proporciona el otro como algo externo a mí, que debe propagarse en dirección a mí y en el cual no soy más responsable que encontrarlo y estar abierto para recibirlo, cuidarlo y disfrutarlo.
El amor está en mí. Es un sentimiento mío, que reside en mi interior, el otro no lo genera, quizás pueda evocarme sensaciones, pero en esencia es mío, es parte de mi energía, de mi naturaleza. Esa sensación de calorcito en el corazón, de alegría en la mirada, de agradecimiento, de saborear cada momento, de ganas de vivir, la tengo Yo dentro. Me doy cuenta de que es el acto de reconocerlo primero y luego de expresarlo, de canalizarlo al exterior, lo que realmente me da placer, y es una sensación realmente adictiva. Lo único que debo hacer es estar atento, reconocerlo y canalizar su expresión.
El otro ya no es responsable, ni me limita mis ganas de expresarlo.
Lo segundo es que la experiencia amorosa tiene también muchas caras. Yo siento amor y también puedo expresarlo de tantas maneras como Yo sea capaz de captar la vida:
Disfruto de mi amor por mis hijos con una sonrisa de ternura, de una manera paternal, entregada, cuidadora, con inmenso orgullo y pertenencia.
Puedo mirar a mi pareja de tú a tú, con libertad y respeto, recibiéndola como un gran regalo, con sus bonitas imperfecciones, apreciando sus diferencias, como mi entrañable compañera/o de viaje, como espejo, como maestra/o, como el Dios/a con el que conecto toda mi sensualidad y expreso mi ternura. Le puedo confiar mi vulnerabilidad y así abrirle las puertas para compartir los lugares más íntimos de mi, con lo que la relación se hace profunda y auténtica.
Puedo amar a mis amigos sintiendo su complicidad, su lealtad, en la alegría, en el encuentro, en el desahogo, en la comprensión.
Amar a la familia, sentir su presencia constante y disponibilidad amorosa.
Amo a mis gatitas solo por ser, por estar junto a mí, por su sencillez y transparencia, por celebrar conmigo cada nuevo día, por animarme a jugar continuamente, por recogernos juntos en las tardes de invierno , por mirarnos sin decir nada y todo a la vez.
Amo la música que escucho , amo lo que hago, amo la naturaleza y la vida.